Esta novela ha de leerse por capítulos de manera ordenada. Debes comenzar por la primera entrada e ir ascendiendo.

martes, 15 de enero de 2008

Capítulo segundo: La historia de Bersheek

Capítulo Segundo:

La historia de Bersheek:

Aquel hombre era de complexión fuerte, cabello rubio bastante largo que caía sobre sus hombros y de anchas espaldas. Estaba tumbado con la cabeza apoyada en la pared, un poco reclinado. No sabía bien si estaba dormido, muerto o inconsciente. Estaba bastante pálido pero parecía que respiraba. Me acerqué lentamente, me había causado un shock ver aquel cuerpo yaciendo solo, sin motivo aparente y tras la pesadilla que tuve hacía tan solo media hora. Me asustaba la idea de que pudiera ser un vampiro como lo era Duran.

“Pero vamos a ver Dumue, los vampiros no existen, no tienes de que preocuparte”. Ya pero y sí.... bah, ¡pamplinas! No podía seguir así, ese hombre podría necesitar ayuda.

Comencé por sacudir su pié agarrándole por el tobillo, quizá así consiguiera despertarlo, con un poco de suerte solo bajó a descansar.

No reaccionó.

Continué por zarandearle por los hombros y tampoco reaccionaba.

Finalmente le comencé a agitar la cabeza hacia atrás y hacia delante. Fue entonces cuando vi en su cuello esa extraña marca que me aterró por completo poniendo todos mis sentidos alerta y despertando en mí un tremendo sudor resbalando por toda mi sien. La herida estaba cicatrizada y no sangraba. Al menos se había curado.

¿sería realmente...un vampiro? Comenzó a reanimarse, dejó los ojos en blanco, después aparecieron por arriba sus dos pupilas y me miró con una mirada intensa, pero perdida. Sus ojos verdes emanaban tristeza e irradiaban un gran esplendor. Finalmente me coloqué delante de él y comencé a hablarle en francés preguntándole por sus datos para intentar mantenerle consciente. Parecía que no entendía bien el idioma de modo que probé con el inglés y el hombre hizo un ademán de entendimiento.

- ¿Puedes entenderme? dije lentamente para que pudiera captar todo con facilidad - ¿quién eres?

- Yo...yo... (cough) me llamo Bersheek.

- Encantado Bersheek, yo soy Dumue Román Lliure, vengo desde Barcelona para encontrarme con mi hermana normalmente ser confidente con alguien en su estado, suele inspirar confianza que de otro modo me hubiese negado ciegamente ¿Porqué vino a Toulouse sin saber francés? ¿qué le trae por aquí?

- Pues... la verdad, no lo se. Yo estaba en un crucero rumbo a Alemania... recuerdo que yo y mi bufete de abogados íbamos hacia Berlín, a tratar el caso de un hombre que estaba acusado de asesinato multiple en causas aun inconcretas. Pero se le encontró en el lugar de la última muerte, todas murieron en el bosque, todas ellas vírgenes de 16 años. Se le encontró desnudo y con la boca y las manos ensangrentadas... lo curioso es que las muchachas no habían sido violadas pese a que este no tenia ropa. Es extraño, aún no entiendo qué hago aquí. Recuerdo que mi barco chocó con algo, un golpe muy brusco. Nos asomamos todos a la cubierta y algunos cayeron, el barco se tambaleaba y finalmente yo también caí. Eso lo recuerdo porque me estaba helando. Pero lo que aún no entiendo es qué hago aquí...

- Hmm... no entiendo bien qué haces aquí y cómo llegaste lo desconozco pero hay algo que si se y es que debemos salir de aquí, imagino que tendrás hambre. Vamos, te invitaré a algo y luego si quieres podemos ir a buscar un hotel. ¿Llevas dinero encima?

- Déjame ver se saca del bolsillo interior de la chaqueta una cartera y la inspecciona. Tenía dinero, tarjetas, carné... realmente quien le llevó allí no era un atracador, eso estaba claro sí, tengo...unos 500 en billetes y aproximadamente 8 en monedas.

- Bien, si quieres podemos buscar un hotel y charlar esta noche para que puedas retomar tu rumbo y ver si podemos encontrar alguno de tus compañeros de bufete..

Asintió y nos pusimos en marcha, salimos del sótano y subimos las escaleras que llegaban a la absidiola, cruzamos el ábside por la nave central y llegamos al nartex. Pasamos la portada de la iglesia y seguimos por el pequeño jardincito hasta salir del recinto y dar con mi coche, lo abrí y lo puse en marcha, el frío comenzaba a ser intenso, conecté la calefacción y rumbo al centro de la ciudad ninguno de los dos dirigió una sola palabra. En la radio sonaban canciones algo anticuadas tales como Rape Me de Nirvana y un amplio repertorio de los 80 y 90. En cierta ocasión nos vimos ambos cantando Born to be wild y acto seguido nos miramos hasta explotar en carcajadas. Llegamos al hotel y lo primero que hicimos fue pedir una habitación con dos camas. Era bastante tarde, las 2 de la madrugada de modo que preferimos descansar y acercarnos el día siguiente a la comisaría en lugar de esa misma noche. Ambos necesitábamos descansar.

Esa noche volví a tener pesadillas. Soñé que era una dama. Debía de ser noble pues pese a que vestía muy anticuada, como renacentista, era muy elegante. Ropajes muy recargados, grandes joyas. Estaba en una sala muy grande, de una riqueza tal que podría parecer un palacio. Comenzó a dar vueltas por la habitación y se miró a un espejo observando su belleza, piel suave y sedosa, mejillas muy vivas, como con leves pinceladas rosadas. Los cabellos son rubios cual oro de gran calidad, su cuerpo muy delicado y de gran belleza, curvas bien formadas y con unos pechos muy seductores que asomaban el escote del apretado vestido. Acto seguido se sentó en la cama, estaba pletórica de felicidad, hoy iba a tener noticias de su marido. Entró un hombre con una carta “ Carta de a su marido, mi lady” comentó quien parecía ser un criado.

La abre alegremente, comienza a leer y su rostro se convierte en un esperpento de la tristeza, una mueca horrible que no podía reflejar mejor un sentimiento de tristeza tal. Su marido había fallecido por causas desconocidas. Comenzó a sollozar tumbada en la cama y finalmente calló en un profundo sueño.

- Eh Monsieur Dumue, despierte, creo que va siendo hora de que vayamos a comisaría para dejar claro el caso de mi barco y saber si puedo contactar con alguno de mis compañeros. Si quiere puedo esperarle abajo en la cafetería del hotel mientras se va arreglando.

- Oh sí, lo siento... estaba sumergido en una de mis...en un sueño. Vaya bajando, no tardaré. Justo enfrente del hotel tiene una buena cafetería. Sino, en el propio hotel hay otra. Espéreme en la puerta en media hora. No tardaré mucho.

Acto seguido salió y me dispuse a vestirme. Cogí mi cartera y doné encima de la cama una buena propina para el servicio de limpieza. Bajé a encontrarme con el señor Bersheek. Juntos caminamos hasta la comisaría y allí se metieron con él en un cuarto cerrado para hacerle unas preguntas, mientras me estuve paseando por la comisaría viendo los tablones de anuncios donde ponían las noticias más destacadas. Me sobresaltó el caso de un tal Duran que había aparecido muerto y a la mañana siguiente su cadáver ya no estaba. Empecé a ponerme nervioso ¿...Duran? ¿Sería el mismo Duran de mi pesadilla? Algo extraño había pasado y creo que yo lo sabía. Mantuve la compostura y decidí guardarme esa noticia. Tenía que inspeccionarla. Al poco rato salió Bersheek indignado, comenzó a soltar todo tipo de maldiciones y a mentar las madres de todo el cuerpo de policía, por lo visto el barco en el que partió, el Reichklam no había zarpado según los informes del congreso de astilleros de Inglaterra, sin embargo el barco no estaba allí. Había desaparecido, quizás había sido robado y acabaron diciendo que Bersheek era sospechoso junto a su bufete por posible robo del Reichklam, era lógico que estuviera indignado.

Bueno, ahora sabíamos que la policía no iba a ayudarnos, de modo que le propuse acercarnos a un restaurante a las afueras de Toulouse, donde podríamos charlar y así quizá me pudiera contar aspectos más relevantes de la historia del barco, tal vez así podríamos concretar ciertos temas al respecto.

Partimos hacia L’enfant, un restaurante francés, el mejor de Toulouse. Cogimos una mesa en la terracita, no hacía especial frío y la brisa era suave, de modo que tuvimos una comida bastante reconfortante.

- Dígame señor Bersheek, y sea sincero por favor, ¿qué le parece que puede ser lo que ha ocurrido?

- Bueno... le confesaré señor Román que raro me sonaba no escuchar mi verdadero apellido a decir verdad no tengo nada en claro, ¿puedo hacerle una pregunta?

- Por supuesto, adelante

- ¿Cree usted en los llamados fenómenos paranormales?

- Hmm... la verdad es que hasta hace bien poco era empirista, pero... últimamente me estoy replanteando muchas cuestiones. ¿Porqué lo dice?

- Bueno, resulta que por lo visto nuestro barco no llegó a notificar de que soltó marras en el puerto. Es como si... hubiésemos desaparecido sin más.

- Hmm... de nuevo extraño.... bah, no pensemos en eso, si quiere y se encuentra más cómodo, podemos comer y más tarde partir en busca de información.

- Así sea.

sábado, 12 de enero de 2008

Capítulo Primero: Antecedentes de Toulouse

Capítulo Primero:

Antecedentes de Toulouse:


Me di la vuelta bruscamente, no había nada, pero sonaban pasos que retumbaban en toda la sala. Estaba aterrado, ¿qué estaba ocurriendo en aquella sala?

Comencé con paso temeroso a retroceder y acercarme de nuevo al altar, me pareció que los ruidos venían de la girola, ese pequeño pasillo que va por detrás del altar rodeándolo. Había un muro abierto en el ábside, extraño... ninguna iglesia que había visto tenía dicha puerta... Insté a bajar despacio, los gritos sonaban cada vez más atroces y quebrados. Prolongué mi descenso durante casi dos minutos...¿a cuántos metros estábamos bajo tierra? Preferí no pensarlo. Por fin terminó y un estrecho pasillo con celdas a los lados, un pequeño muro entre celda y celda, antorchas colgadas en dichos muros y al final del pasillo una estatua que no podía distinguir desde allí. En una de las últimas celdas se reflejaba el fuego en el suelo... había algún tipo de líquido... ¿qué está ocurriendo?

Estaba claro, los alaridos provenían de allí puesto que mi cabeza estaba a punto de estallar debido al eco que producía estragos en mis oídos.

Seguí caminando muy lentamente. Había celdas abiertas y otras cerradas. La mayoría tenían las cerraduras reventadas, habían sido violentamente arrancadas, ¿pero cómo o mejor dicho...por quién?

- ¡Alto! ¿Quién anda ahí? me dijo una voz grave pero muy cuidada en un perfecto francés.

Habían oído mis pasos, entre balbuceos conseguí contestar:

- Me..me llamo Dumue... Dumue Román Lliure, ¿quién es usted?

- Jajaja, muchacho, sal de aquí antes de que pueda cogerte, ¡estoy sediento, llevo semanas sin beber!

- Oh, señor apresuré el paso hasta acercarme a su celda pero está usted muy pálido, ¿cuánto hace que no se alimenta? ¿quiere que vaya a por algo de comer? no tardaré.

- Llevo dos semanas sin alimentarme, ya te lo he dicho, pero no podrías traerme lo que necesito, de todos modos dijo que vendría pronto a alimentarme, que esperar me ayudaría pero... arghhhhhh arremetió contra los barrotes y pude ver unos ojos muy brillantes y unos enormes colmillos prominentes de sus fauces ¡no aguantaré! ¡El dolor es muy intenso... me debilito por días! Necesito tan solo un sorbo...

- Señor... he de serle franco, me está usted asustando, no entiendo la mayoría de sus actos y quizá debiera tranquilizarse, quizá si le traigo algo con que pueda alimentarse...

- ¡No! Estúpida sabandija, no lo entiendes, eres tú el que provoca estos espasmos en mí, eres tú de quien me quiero alimentar, no lo entiendes. Pronto vendrá... y me dará de comer... si eres lo suficientemente listo, saldrás de aquí sin mencionar nada a nadie... o te encontrará.

- ¿Pero quién? ¿De quién me está hablando señor?

- De mí una hermosa voz irrumpió en la sala y me asió del hombro con firmeza pero sin ejercer presión soy un maleducado, he irrumpido sin presentarme, mi nombre es Ladoisieur, Dr. Ladoisieur. Y veo que ha encontrado a mi amigo Monsieur Duran.

- Si, oh doctor, debe ayudarlo. Monsieur Duran está muy enfermo, dice que lleva dos semanas sin probar bocado, y ha despertado unos impulsos extraños, creo que comienza a delirar. A actuar instintivamente, no se si me entiende.

- Perfectamente, Monsieur....oh vaya, aun no se ha presentado. Usted es...

- Monsieur Dumue Román Lliure, vengo desde Barcelona, soy un turista. Al parecer vine a rezar a la iglesia equivocada jajaja.

- Monsieur Román, he de serle franco... soy un parapsicólogo e investigo sucesos extraños realizados por gente enferma... enfermedades muy peculiares... tales como la licantropía o el vampirismo, trolls, duendes y demás diablillos, ya sabe... aquello que la gente no cree.

- Ah...vaya, ¿y usted cree que existen?

- Tiene justo delante un perfecto espécimen... Monsieur Duran, salude al caballero con sus increíbles colmillos.

En ese instante abrió la celda y dejó escapar a la bestia, se abalanzó sobre mí y sorbió cada partícula de sangre que ocupaba mi cuerpo, me zarandeó, lanzándome hacia arriba y hacia abajo, comenzó a elevar nuestros cuerpos a lo largo del pasillo. Finalmente me empotró contra la estatua, me inmovilizó con su fuerza y comenzó a besar mi cuerpo y a decir entre susurros y alaridos lo mucho que me necesitaba, lo mucho que había estado buscándome y comentó también que me había visto en sueños y que sabía perfectamente que este día llegaría hoy. Tomó mis manos y las besó, cogió mis brazos y los puso en torno a él y entonces fue cuando decidió poner fin a mi sufrimiento, dejarme con el último hálito de vida y ver como se agota poco a poco, mientras el profesor se reiría y de nuevo Duran embistió con toda su fuerza dándome el abrazo mortal. Finalmente dejó caer mi cuerpo, sin una sola gota de sangre y totalmente pálido mientras se relamía y se limpiaba con las mangas, saciado por fin de toda sed. Miró al profesor y ambos se sonrieron, Duran hizo un asentimiento con la cabeza y dijo cabizbajo “gracias maestro”. Y allí yació mi cuerpo postrado en la lúgubre losa de aquella iglesia, y mis ojos tenían apariencia de un hombre que está soñando. Y las luces de las antorchas, que sobre él se derraman, tiende en el suelo mi sombra. Y mi alma, en el fondo de esa sombra que flota sobre el suelo, no podrá liberarse ¡Nunca más!

Desperté con chorretones de sudor por todo mi cuerpo. Empapado en él me incorporé y me di tremendo golpe contra el espejo retrovisor interno de mi auto. Había estado durmiendo durante media hora desde que paré por 20 minutos... no pude contener la risa, un ataque de risa que no pude sofocar hasta pasados 5 minutos. Me calmé un poco y de nuevo hice contacto con la llave. Arranqué y me puse de nuevo en marcha. Miré al asiento de copiloto y allí estaba lo que forzó ese final a mi sueño, libro de Edgar Allan Poe abierto por la página de El Cuervo. ¡Todo había sido una pesadilla! Jajaja, menuda imaginación tienes Dumue, Iglesias con cruces hacia abajo, vampiros, licántropos... todo efecto de mi imaginación. Decididamente debía dejar de leerlo. El viaje se hizo más corto de lo que pensaba, llegué al antiguo templo cristiano de Toulouse y me dije “ bueno, otra vez aquí” comencé mi paso tranquilo aún entre risas. Entré en la parcela de la iglesia y fui muy lentamente, comencé a tener escalofríos, quizá no había sido un sueño sino una premonición... había leído sobre ellas y personas que las tenían frecuentemente... Así el pomo de la iglesia y tuve miedo por primera vez en la noche. Giré el pomo y la puerta estaba cerrada. Se me había olvidado usar la llave en la lúgubre cerradura. Me estaba empezando a poner nervioso. Finalmente la puerta cedió.

Asomé lentamente la cabeza por el hueco que abrí y me empecé a reír de nuevo.

Nada. Ni una sola cruz boca abajo, a decir verdad no tenía nada que ver con la iglesia que yo había visto. Comencé a caminar sobre su alfombra morada y a observar los bancos, perfectamente colocados y de una madera muy rica. Mis padres debían de poseer una fortuna para amueblar de aquel modo todo aquel templo. Tapices preciosos a ambos lados, candelabros de plata, una enorme bóveda pintada con ángeles y todo tipo de pinturas bautismales. Subí al altar donde estaba la Biblia abierta, la cerré y no había ninguna tachadura sobre la palabra Sagrada. De nuevo comenzó mi ataque de histeria y risa entrecortada.

Recorrí la girola para comprobar que no había ningún muro abierto. Comencé a pasar las manos por las losas y a respirar. Me apoyé de espaldas al muro y entonces sentí terror, una de las losas cedió y el muro quedó hueco, había unas escaleras de caracol, tales como las anteriores... podría ser qué.... no... me empecé a decir a mí mismo palabras que me tranquilizara, “todo ha sido un sueño, no te preocupes ahora vamos a bajar y ver que no hay nada”, comencé a bajar las escaleras con cierto miedo y de nuevo ese pasillo... las antorchas, los barrotes... pero ninguna celda destrozada... todas cerradas.... ¿qué estaba ocurriendo? ¿Había tenido realmente una premonición? Me estaba poniendo nervioso. Comencé a forzar la vista y me percaté de que estaba allí el pequeño charco que había visto durante el sueño. Comencé a caminar entre las celdas hasta llegar a el mismo charco y ver que goteaba del techo...

¡Tenías goteras! No me lo puedo creer... comenzó un nuevo ataque de risa y finalmente miré a la celda entre risas... había un cuerpo que yacía en el suelo.

jueves, 10 de enero de 2008

Prólogo

Prólogo

Historia del comienzo:

Recuerdo una fragancia dulce y tenue que se parece a violetas y azafrán. Después sólo un color, el azul, chillidos y un portazo.

1992, por las historias que me contó mi tío se que mis padres eran unos nobles franceses asentados al sur, cerca de la frontera con España, Toulouse. Ellos quisieron que me educara en la sociedad española de la época. Estaban siendo presionados en sus negocios por una compañía que con anterioridad estuvo anexa a ellos. Mis padres poseían en su emporio varios teatros, cinco cines, cuatro compañías constructoras y tres iglesias; dos en Borgoña y una en Toulouse.

Éramos la típica familia burguesa: Padre, madre y dos hijos, varón y mujer, ella cuatro años menor. Debido a las extorsiones y acosos a sus negocios y por miedo a una represalia decidieron separarnos y alejarnos de Toulouse, mi hermana pasaría a estudiar a Inglaterra, con tan solo siete años. Lo último que recuerdo de ella era su preciosa y rizada rubia melena y unos ojos verdes, húmedos por las lágrimas.

Sólo nos parecíamos en los ojos, pues yo era de pelo azabache y tez más bien morena.

Al llegar el amanecer mi tío Pierre y mi tía Sophie nos llevaron a mi hermana y a mí hacia París. Una vez allí mi tía y Cristine viajarían rumbo a Londres. Pierre y yo pasaríamos a coger el coche hacia España.

En el viaje no me pude quitar de la cabeza la última expresión de tristeza que me mostró Cristine y nuestras últimas palabras, la di un abrazo y la dije “Cristine, te quiero y volveré por ti o tú vendrás a mí, solo se que nos volveremos a encontrar; dile a tía Sophie que escriba a casa con tu dirección y así nuestros padres me la mandarán para que podamos seguir en contacto, así me será más fácil encontrarte.

Ella asintió y la besé en la frente, después mi tía la agarró fuertemente y la asió con celeridad, pues el vuelo iba a embarcar. Terror. Pavor. Su expresión decía que no creía en nuestro reencuentro.

Llegamos a Barcelona tras el largo viaje en coche conducido por mi tío y nos asentamos en casa de unos parientes de mi padre, la familia Román Lliure. Mi tío y yo estuvimos viviendo con ellos hasta 2003, fue entonces cuando mi primo Jordi me propuso compartir piso con él.

En esos once años mandé diez cartas a mis progenitores, pidiendo dirección y referencias de Cristine, pero no hubo contestación alguna. Para esas navidades yo ya habría ahorrado lo suficiente como para viajar dos personas a Paris, avisé a mi tío y partimos de inmediato.

Mi tío recordaba vagamente la dirección pero no tardamos en volver en el mismo mohoso coche, esta vez conmigo al volante.

Ya estábamos en Toulouse; era el número 13 de la rue Maran, la puerta estaba carcomida y con un leve empujón bastó para que cediera y pudiéramos entrar. Me invadió cierto sentimiento que no sabría describir, las manos me temblaban y el corazón se me encogió. Desbordaron pensamientos de mi cabeza y evoqué un olor de nuevo a violetas y azafrán, pero duró un instante y acto seguido se desvaneció ese sopor para conocer que lo que de verdad hedía era un olor tan fuerte y húmedo que me produjo hasta náuseas.

Todo estaba alborotado, como si alguien hubiese entrado a robar; muebles destrozados y todo por los suelos. Aquello necesitaba ventilación, se notaba que estuvo cerrado mucho tiempo.

Fui a buscar alguna de mis viejas pertenencias. Nada. Alguna de las pertenencias de Cristine. Tampoco. Sólo las joyas de mis padres y la vieja herencia textil de nuestros antepasados aún en el baúl del desván, junto a esos cuadros, diarios y objetos de valor sentimental. Era extrañísimo que no se hubieran llevado ninguna de esas cosas y sí todo lo que nos concernía a nosotros, su descendencia, para mayor golpe moral, vi nuestros cuartos completamente remodelados, el más pequeño, el de Cristine, se había convertido en una biblioteca. Las paredes abandonaron el azul añil con encajes blancos y rosas en las paredes para ser un verde oliva más serio y adulto.

Mi cuarto en cambio ahora era irreconocible, habían levantado un tabique en medio que separaba una sala de estudio con su escritorio y su televisor de un pequeño cuarto de baño.

Me di cuenta también de que no había ninguna foto nuestra, solo de nuestros padres. Comencé a pensar que nos habían borrado de sus vidas. “La mente entierra lo que el corazón da por muerto”.

Volví al desván y rebusqué entre los objetos y en toda mi ira, cegado por la rabia y la impotencia golpeé una columna que se descubrió hueca por una parte. Dentro de la columna había un juego de llaves y una nota en la que pude leer:

”Sabed perdonarnos, el pilar madre sustenta la casa, siempre estuvisteis aquí y ahora debéis seguir las pistas.Sois lo más sagrado.

Os quieren, vuestros padres.”

El llavero tenía una pequeña cruz latina y dos cascabeles con forma de campana; ¿Qué querría decir? Metí el llavero con la llave rústica en el bolsillo interno de mi levita de cuero negro. Bajé las escaleras dubitativo y un poco ausente, mi tío me preguntó si todo estaba en orden y si tuve suerte en mi búsqueda; negué con la cabeza. Debemos descansar, vamos a buscar un hotel, le sugerí. Asintió y partimos apresurados, pues el frío nocturno comenzaba a ser intenso. Abroché la levita y me puse los guantes de piel de carnero. Mi tío se enfundó su sombrero característico negro y me puso la mano en el hombro diciendo:

- No te preocupes, algún día lo entenderás, pero recuerda que ahora eres un Román Lliure, sería mejor que no desvelaras tu apellido aquí.

- ¿Es que pasó algo tío Pierre?¿Ocurriría algo si lo desvelara?

- Será mejor que no lo compruebe, yo ya no puedo cambiarlo y no te mentiré. Me queda poco tiempo, mi muerte se acerca y la siento soplandome vaho en la nuca.

- No digas tonterías, pasaremos esto juntos y pronto estaremos en casa, con Cristine y Tía Sophie aún mantenía mi viejo acento francés pero sonaba con ciertos matices toscos del catalán venga, tápate que ya estamos cerca, pero... vaya. Necesito sacar dinero en el cajero, espérame que aparco aquí y no tardo en salir.

Mostré una de mis mejores sonrisas, cariñosa y entrañable. No tardé ni cinco minutos cuando salí del banco, él ya no estaba. No se por qué pero no me sorprendió lo más mínimo. En su asiento encontré su gorro con una nota.

“Lo siento, las respuestas las tendrás en la antigua iglesia de Toulouse, a las afueras del pueblo. Es lo que te intentaban decir la cruz latina y las dos campanas. Debo tratar unos temas, nos volveremos a ver.

Te quiero.

Pierre.”

Me apresuré en hacer contacto con el motor mientras me enfundaba su sombrero, me sudaban las manos y no sabía si por la agitación o por los guantes de piel de carnero, el templo estaba bastante lejos de modo que tuve que hacer un descanso de 20 minutos antes de ponerme de nuevo en marcha hasta llegar a las puertas del viejo templo cristiano. Introduje la deteriorada y oxidada llave y empuje fuertemente ya que la puerta no cedía. Finalmente se abrió y dentro noté por unos instantes más frío que fuera.

Mi familia siempre había sido muy cristiana, yo en cambio no creía en entes superiores pero también solía ir a misa, ahí se despertó mi interés por la arquitectura de los templos; en Barcelona llegué a mi madurez arquitectónica con La Sagrada Familia. Pero volviendo a la rústica y modesta iglesia de Toulouse, hallé junto al altar al cristo volcado y todas las cruces de hierro destrozadas. Me asoló la idea del pavor que hubiera sentido cualquier cristiano al ver semejante estampa. Fui caminando hacia el altar, a paso más bien lento, entre relajado y asustado por la panorámica mostrada.

Al llegar al altar me coloqué como si dirigiese yo la misa, incluso tomé la Biblia que tenía tachada la palabra Sagrada de su portada. La abrí y me sorprendió sobretodo el hecho de estar hueco, pasé varias páginas y había un pequeño compartimiento hueco donde hallé otra nota. En ella nuestro apellido y unas indicaciones aparentemente la dirección del nuestro mausoleo familiar.

¿Estarían ellos...? Corrí hacia las puertas y a mitad de la nave principal oí un grito de tal modo que me estremeció, dejándome el bello de punta y calando mi cuerpo de un frío repentino.

Presentación

El Amor del Condenado

Hace tiempo de esta historia, por lo que conllevará cierto esfuerzo recordarla pues ocurrió muchos años atrás cuando yo era joven. Aún hoy a veces me pregunto...

¿Pasó realmente o son producto de mi subconsciente y del paso de los años? Solo se que lo viví como si fuera él, y así os lo contaré, como él me lo hizo saber, con todo lujo de detalles, tomaré la primera persona y trataré de hacérosla llegar tal y como el me la contó y procuraré no dejarme detalle alguno. Así pues, como diría su autor: “On va commencer”.